- ¿Qué ves cuando miras mis ojos?
Oniros la mira fijamente, sin pestañear, escudriñando dentro de esos ojos verdes que lo traspasan desde la otra punta de la mesa.
- Veo esperanza - contesta.
- No seas estúpido, ¿lo dices por el color?
- No, lo digo por el brillo que desprenden, pequeña zorrita arrogante - sonríe pícaramente -; a veces te crees muy importante, ¿eh?
Calíope chasquea la lengua y sonríe al mirar a Oniros, siempre sabe dar en el clavo. Se levanta de su asiento, colocándose justo frente a él, y levanta la pierna hasta apoyar el pie sobre su pecho, tomando una pose sensual y amenazante a la vez. Ahora están jugando al mismo juego, y sabe que a él le encanta. A ella siempre se le ha dado bien apretar determinadas tuercas...
- Esta zorrita es una princesa, no lo olvides nunca, maldito lacayo...
Una vez mas mueve sus labios para decir su nombre, con serenidad, con parsimonia....Provocando descargas eléctricas en el ambiente.
Ca - lí - o - pe...
Acto seguido, la tira sobre la mesa. Ése mágico momento.
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¿En qué momento descubrí que el placer y el dolor podían ir unidos de la mano? ¿En qué momento me hice adicta a esa adrenalina, a esos impulsos de serotonina que provocan descargas en mi cuerpo? ¿A la electricidad orgánica que es capaz de erizar cada milímetro de mi piel?
¿Es eso bueno o malo? La pregunta a veces asoma por mi cabeza, y yo le insto a callarse y volver a su rincón. No es bueno ni malo, me hace feliz y punto.
No lo recuerdo, pero siempre hay una correa, una cadena o algo cerca de mí que me susurra lo que soy, que me recuerda que ésa sensación está aquí... Para quedarse.
Interesante combinación, ¿hasta dónde somos capaces de llegar las hadas?
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